La causa de toda la infelicidad y miseria en este mundo es nuestro apego al nombre y a la forma.
El hombre tiene que aspirar a esa tranquilidad donde todas las alabanzas del mundo no le elevan ni tampoco le hunden todas las culpas que le puedan echar. Esta tranquilidad te trae un cierto tipo de “no-apego”.
Buscamos la felicidad en el exterior, pero la felicidad externa es temporal. Sólo encontrando la felicidad interna podríamos poner alguna permanencia en aquello que es temporal, porque entonces vamos más allá del nombre y de la forma para vivir la esencia, que es eterna.
¿Podrías realmente poseer algo alguna vez? Especialmente un ser humano que es una entidad pensante individual.
El pequeño “yo” no es el Hacedor, el Hacedor es El. Cuando tienes esa idea, te vuelves no apegado a tus acciones, y entonces ninguna acción que realices añadirá samskaras a tu mente, sino gradualmente te librarás de las impresiones que te encarcelan. Cuando tus acciones y tus pensamientos no atan, entonces entras en el reino de la libertad.
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